18.11.10

7 días antes del Día Internacional de No Más Violencia hacia las Mujeres: Parir en Puerto Rico

Hoy precisamente se cumplen 11 años de la última vez que parí. Sebastián, mi hijo menor, nació a las 11:04 de la mañana asistido por una partera, en medio de una finca, en un día lluvioso de tormenta. Todo salió perfecto a pesar de que no había agua ni luz… Otras personas pensaban que era una locura parir en la casa, y más locura aún parir en esas condiciones…

Mi segundo hijo, Jaime, también nació en casa. Quizás por ser el primero que parí en el hogar- Isadora nació en el hospital- con él tuve que dar más explicaciones a todas las personas a mi alrededor… ¿Por qué quería parir en casa? ¿Qué haría si algo salía mal? ¿Qué pasaría con la higiene? ¿No quería tener el beneficio de los medicamentos de un hospital? Por último, hasta tuve que escuchar sentencias del tipo: “¡Si le pasa algo al bebé será tu culpa!”.

Hablar de todo esto, un día como hoy no es casualidad. Recuerdo muy bien el día en que escuché por primera vez a una partera hablar acerca de su oficio. Lo que más me impresionó fue el respeto y el amor que emanaban de sus palabras. Ella veía y concebía el proceso de embarazo y parto de una mujer como un proceso natural, sano y de alegría. La descripción sobre el trabajo de las parteras en la Isla- y en otros lugares del planeta- fue reveladora. Muy en especial porque ya yo había parido en un hospital a mi primera hija y podía comparar ambos procesos. Ese mismo decidí que mi próximo parto sería en la casa. Quería estar segura de que el proceso de parto sería mío. Quería estar al tanto de cada parte del proceso y ejercer mi libertad como mujer que se amaba, que amaba a su bebé y que sabía portadora de la sabiduría necesaria para traerlo al mundo.

¿Por qué tantas mujeres llegan al hospital a parir sin saber qué pasará con su cuerpo? ¿Por qué los hospitales toman decisiones por ellas? No es culpa de las mujeres. Es lo primero que hay que aclarar antes de dar respuesta a ambas preguntas. Yo he sido testigo de cómo otras mujeres se enfrentan a un sistema de salud que ve al parto como una enfermedad y que por lo tanto, desde una postura en la cual se otorga el poder “al que sabe”- al médico- se despoja “la enferma” – a la mujer - de toda capacidad decisional. Se le percibe como ignorante, como problemática si pregunta mucho y como una potencial enemiga si se queja de algún procedimiento.

Para que algo así suceda, tiene que haber algún paradigma social más profundo. Ese paradigma no es otra cosa que la idea de que las mujeres son seres inferiores. Se oye feo, feísimo, pero es verdad. Probablemente algún médico se escandalice de escuchar algo así. No dudo de la buena fe de la mayoría de los doctores y doctoras que intervienen en el proceso de embarazo y parto. Pero aún así, debemos reconocer que ese paradigma, que no es otra cosa que una manifestación de desigualdad, está tan arraigado en nuestras mentes, que a veces operamos desde él y nos autoengañamos pensando que hacemos lo que hacemos por razones de seguridad, de salud, de administración y miles de excusas más.

Así que hoy, a 8 días del Día de No Más Violencia Hacia las Mujeres y a once años del parto de Sebastián, les invito a mirar algo tan natural como el proceso de parir a la humanidad y se pregunten si parir en Puerto Rico es al día de hoy una experiencia liberadora o violenta para nuestras mujeres.

La violencia de género no se limita a la llamada “violencia doméstica”. La violencia de género también se ejerce cuando se resta autonomía al pensamiento y acción de una mujer, cuando se le obliga a obedecer y se restringe su proceso de toma de decisiones en un momento tan trascendental y profundo como el momento del parto, cuando se le trata como a un ser torpe o sin inteligencia al cual hay que obligar a hacer, aceptar o acatar decisiones ajenas sin explicación alguna.

La contraparte positiva, la que nos permite rescatar la libertad y dignidad de las mujeres, la podemos ver en las iniciativas de parto amigable. Los hospitales que trabajan bajo ese paradigma respetan la mujer y su autonomía sin que ello implique poner en riesgo su salud o la del bebé. Claro, si me pregunta a mí, yo prefiero las parteras… por eso les incluyo más abajo el enlace para la página web de la Hermandad de Parteras de Puerto Rico.  ¡Ah, y no puedo dejar de agradecer a la maravillosa partera que me acompañó en estos viajes de vida: Debbie Díaz!

http://www.hppr.ws/motivo.html

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