26.10.07

Incentivar la justicia económica

Llevamos semanas oyendo hablar sobre la Ley de Incentivos Industriales y todavía no se ha tomado en cuenta a las empresas comunitarias de este país. Se parte de un paradigma erróneo según el cual la economía de Puerto Rico depende casi exclusivamente de las empresas extranjeras y de unos cuantos industriales nativos. Por un lado, nuestros gobernantes y legisladores tratan de ganarse los votos de los pobres y por el otro promueven modelos que perpetúan la falta de equidad económica y social que tanto nos agobia.

Mientras en Villa Palmeras las mujeres de Shangai se esfuerzan por competir en la industria de la aguja, en Mayagüez las mujeres de Fénix del Caribe exploran incansablemente las alternativas que le permitan abrir su fábrica de dulces. Igual pasa en otros barrios de Puerto Rico donde otras mujeres y otros hombres tratan -desde su pobreza material y su falta de acceso al crédito y a otros recursos- de levantar otras empresas comunitarias. Trabajan en la dirección correcta: empresas para desarrollar al país entero y multiplicar nuestra riqueza colectiva.

Me pregunto si al hablar de las contribuciones que hay que eliminar, de cuáles incentivos otorgar, de qué más hacer para enamorar a los extranjeros, se ha hecho una suma y resta honesta que nos permita ver, después de tanto regalo, cuál será la ganancia real para el país. Para TODO el país y no sólo para quienes ya son dueños del grueso de los activos. ¿Cuánto está dispuesto a invertir el gobierno en una economía comunitaria? ¿Cuánto está invirtiendo ahora en comparación con lo que invierte en otros sectores? Es preocupante la insistencia en invertir para generar empleos que a la larga no serán para los puertorriqueños (como hicieron con una farmacéutica) o para generar subempleos que sólo permiten subsistir y no vivir a quienes los tienen que aceptar.

En Puerto Rico ya existe un movimiento de desarrollo económico comunitario que está ávido de oportunidades para combatir la pobreza. Ahora falta que todo el sector gubernamental y el industrial reconozcan la necesidad de que nuestra economía se diversifique sin descuidar a ningún sector. La pobreza de unos siempre será la vergüenza de otros.

Encontrarnos al otro lado

Publicada el 26-Octubre-2007
Voces de El Nuevo Día

En nuestro país a veces parece pensarse que para lograr el bienestar común hay que borrar del mapa a alguien. Hay quienes piensan en borrar del mapa a los pobres, hay quienes quieren borrar del mapa a los ricos, hay quienes actúan para borrar del mapa a los pacientes de VIH, a los adictos, a las mujeres sobrevivientes de violencia doméstica, a los negros, a los trabajadores y hasta a los gays. Así, partiendo de una mentalidad totalmente exclusiva y adversativa, se perpetúan desencuentros que no nos permiten superar los retos colectivos que hoy ocupan las primeras planas noticiosas.
Sin embargo, la solución está al otro lado. Y esto lo digo con varios significados que se yuxtaponen. Está al otro lado porque no se trata de borrar a quienes ya tenemos en este país que habitamos, sino en hacer lo contrario: integrarlos y dejar a un lado las ideas de exclusión que tanto daño nos hacen.
La solución también está al otro lado porque en la medida en que logremos mirar desde los ojos ajenos, desde sus historias, sus vivencias y sus paradigmas, encontraremos puntos de convergencia desde los cuales catapultar acciones conjuntas y efectivas basadas en metas comunes. Sin alianzas no habrá ni paz ni progreso ni justicia social.
Un ejemplo de estos esfuerzos de integración, aunque no es el único, lo estamos viendo en la Alianza Multisectorial para el Desarrollo Económico Comunitario. Esta nueva organización sin fines de lucro nació de los Encuentros por el Desarrollo Económico Comunitario que la Asociación de Bancos auspicia como parte de la Semana de la Reinversión Comunitaria. ¿Bancos promoviendo la integración de voluntades? En realidad se trata de comunidades y entidades públicas y privadas apoderándose de una oportunidad nacida en el sector bancario y de un espacio de diálogo para crear propuestas de desarrollo económico comunitario y, por ende, de otros desarrollos más importantes: los humanos. ¿Hacia dónde queremos llevar al país? Al otro lado, al lado de la esperanza, de la solidaridad, del desarrollo sustentable y equitativo. Al del bienestar común.

11.10.07

El síndrome de las mujeres invisibles

Cuando el reloj suena a las 5:30AM, Ivelisse, al igual que miles de mujeres a través de la Isla, abre los ojos y se pregunta cómo es posible estar tan cansada acabando de levantarse. Acto seguido comienza la preparación para el trabajo, los preparativos de sus dos hijos para la escuela, el ajoro para salir antes de que el tapón le arruine una rutina que apenas comienza y que debe ejecutar con la precisión de un reloj para mantener su empleo.

Ivelisse tiene apenas un grado asociado y se considera afortunada. Otras madres de la escuela no tienen ni un cuarto año de escuela superior y están condenadas a trabajar los turnos rotativos de algún “fast food”. Ella trabaja en una oficina de “ocho a cinco” aunque ello le representa mil malabares para bregar con los niños cuando salen a las 3:00PM de la escuela. La “escuela abierta” no opera en la de sus hijos así que los niños se quedan en casa de la abuela hasta que Ivelisse va a buscarlos en la tarde. Obviamente, con su salario Ivelisse no puede pagar uno de esos maravillosos y costosos servicios de estudios supervisados que se anuncian por ahí. La abuela no sabe leer.

Este semestre los niños de Ivelisse entraron a un equipito de pelota que practica en las tardes. A las 5:30PM para ser exactas. Por eso sale como una loca del trabajo para recogerlos y llevarlos al parque. Los nenes merendaron en casa de la abuela pero Ivelisse siguió de corrido, sin merienda ni comida, agotada y asustada pensando en las asignaciones que le esperan al llegar a la casa a la noche y en la cocinadera, lavadera y quién sabe qué más. Por eso hoy, luego de doce horas de carreras, Ivelisse se quedó de una pieza cuando oyó que se estaba considerando un proyecto de ley para aumentar la jornada laboral a diez horas diarias para promover la vida familiar. La vida familiar de quién se preguntó. “¿A qué hora voy a bregar con mis hijos y cuándo voy a dormir?” casi gritó. Pero luego siguió en su carrera diaria sin darse cuenta de que esa es una de las ocasiones en las que se manifiesta a nivel individual y colectivo el síndrome de las mujeres invisibles…

Las últimas de la fila

 No recuerdo que alguien me haya dicho de niña que debía ser la última en comer. Pero lo aprendí. De adulta, al cocinar o comprar comida par...